Este periodo se
encuentra comprendido entre 218 a.C. (fecha del desembarco romano en Ampurias)
y los principios del siglo V (cuando entran los visigodos en
la Península, sustituyendo a la autoridad de Roma). A lo largo de este extenso
periodo de siete siglos, tanto la población como la organización política del
territorio hispánico sufrieron profundos e irreversibles cambios, y quedaría
marcado para siempre con la inconfundible impronta de la cultura y las costumbres
romanas.
De hecho, tras
el periodo de conquistas, Hispania se convirtió en una parte fundamental del Imperio
romano, proporcionando a éste un enorme caudal de recursos
materiales y humanos, y siendo durante siglos una de las partes más estables
del mundo romano y cuna de algunos gobernantes del imperio.
El proceso de
asimilación del modo de vida romano y su cultura por los pueblos sometidos se
conoce como romanización. El elemento humano fue su más activo factor, y el
ejército el principal agente integrador.
La sociedad
hispana se organizó como la del resto del Imperio romano, en hombres libres y
esclavos. Los hombres libres podían participar en el gobierno, votar en las
elecciones y ser propietarios de tierras. los esclavos, en cambio, no tenían
ningún derecho y eran propiedad de algún hombre libre. Las mujeres podían ser
libres o esclavas, pero no tenían los mismos derechos que los hombres.