Los caballos de la
caballería romana tenían una estatura media de 1,45 m, aproximadamente el
tamaño de un pony grande, estos no llevaban herraduras, y por lo tanto se
procuraba evitar los caminos pavimetados.
La silla de montar no llevaba estribos, era de madera, de
estructura rígida, recubierta de cuero y reforzada en los pomos con chapas de
bronce. Por lo general tenían cuatro pomos, se cree que la utilidad de esto era
para mantener al jinete sobre el caballo.
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