Durante
cuatro meses los nuevos reclutas eran sometidos a un entrenamiento implacable.
Al concluir este periodo los supervivientes ya podían llamarse soldados (milites).
Los que no podían resistir el entrenamiento eran rechazados.
Primero se les enseñaba a desfilar
marcando el paso. Luego se les llevaba de marcha, forzándolos al máximo hasta
que fueran capaces de recorrer 20 millas romanas (30 km) en cinco horas.
Después tendrían que recorrer la misma distancia cargados con todo su equipo,
que incluía armas y armaduras, utensilios de cocina, estacas para la
empalizada, instrumentos para cavar y provisiones para varios días, pues al
final de cada marcha tenían que levantar un campamento con terraplenes y fosos
de defensa.
El entrenamiento continuaba hasta
que eran capaces de recorrer 24 millas (36 km) en cinco horas.
En un principio los legionarios
utilizaron bestias de carga y carros para transportar el equipo. Pero el
célebre general Mario impulsor de grandes reformas en el ejército, les obligó a
transportar personalmente casi toda la impedimenta necesaria para reducir el
tamaño de las caravanas de intendencia. El equipo completo debía pesar por lo
menos 30 kilos, y las armas y armaduras más de 20.
Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Este entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército romano era tan superior a otros ejércitos. Esto era solo parte de la instrucción, puesto que el programa de entrenamiento también incluía carreras, saltos, equitación y natación. Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física comenzaba la instrucción en el manejo de las armas.
Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Este entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército romano era tan superior a otros ejércitos. Esto era solo parte de la instrucción, puesto que el programa de entrenamiento también incluía carreras, saltos, equitación y natación. Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física comenzaba la instrucción en el manejo de las armas.
Los reclutas aprendían a atacar a
una gruesa estaca clavada en el suelo con una pesada espada de madera, y un
escudo de mimbre que pesaba el doble que un escudo normal. Se les insistía que
golpearan de frente, sin describir arcos con la espada, que puede evitarse con
más facilidad. También se les entrenaba en el lanzamiento de pesadas jabalinas de
madera contra las estacas.
Una vez superado este paso, se les
consideraban dignos de empuñar armas auténticas forradas de cuero para evitar
accidentes, que les deberían de parecer ligerísimos en comparación con las
pesadas armas de madera.
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