Gran parte de esos productos eran transportados por los barcos mercantes romanos.
En los muelles del puerto de Ostia (Roma) había centros bancarios a los que acudían comerciantes que lograban grandes plusvalías comprando productos de Hispania, las Galias o de Egipto y vendiéndolos después en Roma y otras regiones bajo su dominio.
Las plantaciones andaluzas de olivos eran fundamentales para el abastecimiento romano, hasta el punto que todavía hoy se puede visitar en Roma una enorme montaña artificial compuesta por los restos de las vasijas que contenían el aceite andaluz.
Este, mezclado con un poco de vinagre y tripas de pescado secadas al sol, era el ingrediente principal del garum, algo parecido a nuestro kétchup. Aquella salsa de Hispania se vendía en cantidades industriales en la capital de la superpotencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario